14 de junio de 2011

CASUALIDAD Y CAUSALIDAD

Bienvenid@.

Mi experiencia en la vida me demuestra que las casualidades no existen. El hecho de no conocer la causa de una situación o circunstancia no quiere decir que no la haya, sino que la desconocemos. Cuando decimos que algo sucede por casualidad es porque se nos escapa la trama de información causal de eso que está o ha sucedido. 

El término casual nos produce un sentimiento de indefensión. Como en determinadas culturas antiguas pensamos que los dioses juegan con nosotros, aunque no los llamemos dioses,  que somos cobayas en un experimento que se nos escapa,  y nos sentimos indefensos e imposibilitados. Estos sentimientos van  acompañados por   frustración y rabia si somos rebeldes,  o  por una resignación con una serenidad aparente en la que un ser superior llamésele dios-destino-vida-universo así lo ha querido y no ha dado ningún tipo de explicación.  Estamos a merced de algo y es injusto. La vida es injusta, la sociedad es injusta,  todo es injusto. 

Si así lo vemos vivimos siempre mirando a lo que nos va a caer, porque no tiene sentido para nosotros, nos puede tocar cualquier cosa, en cualquier momento, sólo es necesario que ese algo mire en nuestra dirección y nos toque el camino del sufrimiento. 

Bueno, esa forma de vida no es para vivir feliz ¿no? Pues así estamos en la mayor parte de las ocasiones; y, si por casualidad, tenemos una época feliz en la que todo nos va bien, en nuestro interior esperamos que algo nos caiga de arriba, porque ser feliz es casi un pecado, una ofensa al destino, una ofensa a nuestros padres, a nuestro pueblo y a nosotros mismos.  Si alguien nos ayuda, algo está buscando a cambio; si encontramos paz, algo habrá que la perturbe; si conseguimos dinero, o no lo disfrutamos porque se pierde, o se va a perder de todos modos y me lo gasto todo.  Es comprensible que esto ocurra porque somos los herederos del pecado original, los descendientes fuera del Paraíso, los que vivimos en el valle de lágrimas, y nada podemos hacer más que resignarnos ante tanta injusticia y abuso de poder, porque lo tenemos merecido. 

¿No te sientes identificado con estas palabras? ¿Tal vez te ofende los términos religiosos con los que explico esto? No tiene ningún tipo de importancia. Da lo mismo cómo lo pienses o cómo lo sientas. En el fondo de ti hay un verdugo que te hace la vida difícil y complicada, que te llena de obligaciones y de frustraciones, que no te deja en paz. 

Desde aquí te quiero decir que ya basta. Ya basta de tanto sufrimiento en vano, de tanta negatividad, de tanta injusticia contigo mismo. Sé lo que eres. No eres merecedor de ningún castigo, olvídate ya de eso. ¿Cómo? Hazte responsable de tu vida.  No te sientas culpable e indefenso; sé responsable en el sentido estricto de la palabra. Culpabilidad y responsabilidad no es lo mismo, no se parecen en absoluto. La culpabilidad te mata, te aniquila y no te deja responder. La responsabilidad es la capacidad de respuesta. Conecta con tu capacidad de respuesta y haz lo que necesites hacer para salir de esa situación, que no es casual, sino causal. Existe una información que hace que experimentes esa situación. Responde ante ella, no te resignes o te enrabietes; comprende y responde, muévete hacia el cambio. Verás qué pronto todo responde contigo y cambia. 

En un video que un buen amigo mío me ha enviado se habla de la diferencia entre el conocimiento y la sabiduría. El conocimiento es saber cómo se hace algo, la sabiduría es hacerlo. No te entretengas más en dudas sobre aquello que sabes que necesitas; no te dejes llevar por el miedo. Hazlo. Manifiéstalo y verás cómo eres el dueño de tu vida y no hay injusticias en tu vida si no eres injusto contigo mismo; no hay negatividad en tu vida, si no eres negativo contigo; deja de existir la monotonía en tu vida, si te abres a tu propio cambio. Sé positivo después de la comprensión de tu merecimiento; sé seguro desde tu seguridad, sé generoso después de experimentar que todos somos uno. Si así lo haces, no habrá dudas al respecto. Tal vez habrá miedos. Míralos, escúchalos y siéntelos, y dales luz. La luz de tu corazón, porque en éste hay seguridad, hay amor y comprensión, hay generosidad y merecimiento. 

Eres una persona que se merece la vida. Por eso estás aquí. La vida es muy simple, sólo nosotros desde nuestro centro racional la complicamos. Busca la conexión, primero contigo y luego con todo y te darás cuenta de que todo es tan suave, esponjoso, melodioso y armonioso que su simplicidad te conmueve haciéndote vibrar hasta la última partícula de tu ser. 

Que la luz de tu corazón guíe tu camino.

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